Friedrich Nietzsche y su nueva filosofia
La muerte de Dios. El análisis de la trayectoria del pensamiento y la cultura occidentales le llevará a Nietzsche a constatar la muerte de Dios. Dios había sido la brújula del hombre occidental. Pero el hombre ha ido matando a Dios sin darse cuenta, expulsándolo poco a poco de su pensamiento y de su cultura. Al descubrir la muerte de Dios el hombre queda desorientado, su vida pierde el sentido.
La muerte de Dios es, en realidad, la muerte del monoteísmo cristiano y de la metafísica dogmática, para quienes sólo hay un Dios y una verdad. Y el responsable de ello es el hombre. Al cobrar conciencia de ello el hombre sustituye a ese Dios y a esa verdad única por múltiples dioses y múltiples verdades, en un intento desesperado por salvar los valores asociados a esa imagen de Dios. Pese a ello, con la caída del Dios y de la metafísica tradicionales los valores asociados a ellos no pueden subsistir, no encuentran justificación trascendental alguna y, carentes de fundamentación, serán el blanco de las críticas más exacerbadas y negados como valores. El ateísmo conduce, pues, al nihilismo.
El nihilismo. El nihilismo es el proceso que sigue la conciencia del hombre occidental y que quedaría expresado en estos tres momentos:
1)
El nihilismo como resultado de la negación de todos los valores vigentes: es el resultado de la duda y la desorientación.2)
El nihilismo como autoafirmación de esa negación inicial: es el momento de la reflexión de la razón.-
3)
El nihilismo como punto de partida de una nueva valoración: es el momento de la intuición, que queda expresada en la voluntad de poder, en quien se expresa a su vez el valor de la voluntad.
Friedrich Nietzsche y su libro el Anticristo
Al cristianismo no se le debe adornar ni engalanar: él ha hecho una guerra a muerte a ese tipo superior de hombre, él ha proscrito todos los instintos fundamentales de ese tipo, él ha extraído de esos instintos por destilación, el mal, el hombre malvado, - el hombre fuerte considerado como hombre típicamente reprobable, como “hombre réprobo”. El cristianismo ha tomado, partido por todo lo débil, bajo malogrado, ha hecho un ideal de la contradicción a los instintos de conservación de la vida fuerte; ha corrompido la razón incluso de las naturalezas dotadas de máxima fortaleza espiritual al enseñar a sentir como pecaminosos, como descarriadores, como tentaciones, los valores supremos de la espiritualidad. ¡El ejemplo más deplorable - la corrupción de Pascal, el cual creía en la corrupción de su razón por el pecado original, siendo así que sólo estaba corrompida por su cristianismo! -
Entre alemanes
se me comprende en seguida cuando yo digo que la filosofía está corrompida por
sangre de teólogos. El párroco protestante es el abuelo de la filosofía
alemana, el protestantismo mismo, su peccatum originale.
Definición del protestantismo: la hemiplejía del cristianismo - y de la razón...
Basta pronunciar la palabra “Seminario [Stift] de Tübinger”
para comprender qué es en el fondo la filosofía alemana - una
filosofía artera... Los suabos son los mejores mentirosos en
Alemania, mienten inocentemente... ¿A qué se debió el júbilo que, al
aparecer Kant, recorrió el mundo de los doctos alemanes,
compuesto en sus tres cuartas partes por hijos de párrocos y de maestros -, a
qué el convencimiento alemán, que aún hoy sigue encontrando eco, de que con
Kant comienza un giro hacia algo mejor? El instinto de teólogo
existente en el docto alemán adivinó qué es lo que, a partir de
ese momento, volvía a ser posible... Un camino fortuito hacia el viejo ideal
quedaba abierto, el concepto “mundo verdadero”, el concepto de
la moral como esencia del mundo (- ¡los dos errores más malignos
que existen!) volvían a ser ahora, gracias a un escepticismo ladinamente
inteligente, si no demostrables, tampoco ya refutables... La razón,
el derecho de la razón no llega tan lejos... Se había hecho de la realidad una
“apariencia”; y se había hecho de un mundo completamente mentido,
el de lo que es, la realidad. El éxito de Kant es meramente un éxito de teólogos:
Kant fue, lo mismo que Lutero, lo mismo que Leibniz, una rémora más en la
honestidad alemana, nada firme de suyo - -
Allí donde,
de alguna forma, la voluntad de poder decae, hay también siempre un retroceso
fisiológico, una décadense. La divinidad de la décadense,
castrada de sus virtudes e instintos más viriles, se convierte necesariamente,
a partir de ese momento, en Dios de los fisiológicamente retrasados, de los débiles.
Ellos no se llaman a sí mismos los débiles, ellos se llaman “los
buenos”... Se entiende, sin que sea necesario siquiera señalarlo, en que
instantes de la historia resulta posible la ficción dualista de un Dios bueno y
de un Dios malvado. Con el mismo instinto con que los sometidos rebajan a su
Dios haciendo de él el “bien en sí”, borran completamente del Dios de sus
vencedores las buenas cualidades; toman venganza de sus señores transformando
en diablo al Dios de éstos. - El Dios bueno, lo mismo que
el diablo: ambos engendros de la décadense. - ¿Cómo se puede
hoy seguir haciendo tantas concesiones a la simpleza de los teólogos
cristianos, hasta el punto de decretar con ellos que es un progreso
el desarrollo ulterior del concepto de Dios, desarrollo que lo lleva desde
“Dios de Israel”, desde Dios de un pueblo, al Dios cristiano, a la síntesis
de todo bien? - Pero hasta Renan hace eso. ¡Como si Renan tuviera derecho a la
simpleza! A los ojos salta, sin embargo lo contrario. Cuando del concepto de
Dios quedan eliminados los presupuestos de la vida ascendente,
todo lo fuerte, valiente, señorial, orgulloso, cuando Dios va rebajándose paso
a paso a ser símbolo de un bastón para cansados, de un ancla de salvación
para todos los que se están ahogando, cuando se convierte en
Dios-de-las-pobres-gentes, en Dios-de-los-pecadores, en Dios-de-los-enfermos par
excellence, y el predicado”salvador”, “redentor”, es lo que resta,
por así decirlo, como predicado divino en cuanto tal: ¿de qué
habla tal transformación?, ¿tal reducción de lo divino? -
Ciertamente con esto “el reino de Dios” se ha vuelto más grande. En otro
tiempo Dios tenía únicamente su pueblo, su pueblo “elegido”. Entre tanto,
al igual que su pueblo mismo, él marchó al extranjero, se dio a peregrinar,
desde entonces no ha permanecido ya quieto en ningún lugar: hasta que acabó
teniendo su casa en todas partes, el gran cosmopolita, - hasta que logró tener
de su parte “el gran número” y media tierra. Pero el Dios del “gran número”
el demócrata entre los dioses, no se convirtió, a pesar de todo, en un
orgulloso Dios de los paganos: ¡siguió siendo judío, siguió siendo el Dios
de los rincones, el Dios de todas las esquinas y lugares oscuros, de todos los
barrios insalubres del mundo entero!... Su reino del mundo es, tanto antes como
después, un reino del submundo, un hospital, un reino-subterráneo, un
reino-ghetto... Y el mismo tan pálido, tan débil, tan décadent...
De él se enseñorearon hasta los más pálidos de los pálidos, los señores
metafísicos, los albinos del concepto. Estos estuvieron tejiendo alrededor de
él su telaraña todo el tiempo preciso, hasta que hipnotizado por sus
movimientos, él mismo se convirtió en una araña, en un metaphysicus.
A partir de ese momento él tejió a su vez la telaraña del mundo sacándola de
sí mismo - sub specie Spinozae -, a partir de ese momento se
transfiguró en algo cada vez más tenue y más pálido, se convirtió en un
“ideal”, se convirtió en un “espíritu puro”, se convirtió en un absolutum,
se convirtió en “cosa en sí”... Ruina de un Dios: Dios se
convirtió en “cosa en sí”...
Cuando se coloca el centro de gravedad de la vida no en la
vida, sino en el “más allá” - en la nada, - se le ha quitado
a la vida como tal el centro de gravedad. La gran mentira de la inmortalidad
personal destruye toda razón, toda naturaleza existente en el instinto, - a
partir de ahora todo lo que en los instintos es beneficioso, favorecedor a la
vida, garantizador del futuro, suscita desconfianza. Vivir de tal modo
que ya no tenga sentido vivir, eso es lo que ahora
se convierte en el “sentido” de la vida... ¿Para qué ya el sentido de
comunidad, para que la gratitud a la ascendencia y a los antepasados, para qué
colaborar, confiar, para qué favorecer y tener en cuenta algún bien
general?... Todas esas cosas son “tentaciones”, todas esas cosas son
desviaciones del “camino recto” - “una sola cosa es
necesaria”... En cuanto “alma inmortal”, cada uno tiene idéntico rango
que cualquier otro, en el conjunto de todos los seres la “salvación” de cada
individuo tiene derecho a reclamar una importancia eterna, pequeños
santurrones, y locos en sus tres cuartas partes, tienen derecho a imaginarse
que, en razón de ellos, las leyes de la naturaleza son transgredidas,
de modo constante - nunca se estigmatizará con bastante desprecio semejante
intensificación hasta lo infinito, hasta lo impúdico, de toda
especie de egoísmo. Y, sin embargo, el cristianismo debe su victoria
a esa deplorable adulación de la vanidad personal -con ella es
con la que ha persuadido a seguirle cabalmente a todos los malogrados, a todos
los hombres de sentimientos rebeldes, a los fracasados, a todos los desechos y
escorias de la humanidad. La “salvación del alma” - dicho claramente: “el
mundo gira alrededor de mí”... El veneno de la doctrina “idénticos
derechos para todos” - es el cristianismo el que lo ha diseminado de
modo más radical: desde los más escondidos rincones de los instintos malos el
cristianismo ha hecho una guerra a muerte a todo sentimiento de respeto y de
distancia entre los hombres, es decir, al presupuesto de toda
elevación, de todo crecimiento de la cultura, - con el resentimiento de las
masas ha forjado su arma capital contra nosotros,
contra todos los seres aristocráticos, joviales, generosos, que hay en la
tierra, contra nuestra felicidad en la tierra... [...] - El aristocratismo de
los sentimientos ha sido socavado de la manera más subterránea por la mentira
de la igualdad de las almas; y si
la creencia en el “privilegio de los más” hace y hará
revoluciones, ¡es el cristianismo no se dude de ello, son los juicios cristianos
de valor los que toda revolución no hace más que traducir en sangre y crímenes!
El cristianismo es una rebelión de todo lo que se-arrastra-por-el-suelo contra
todo lo que tiene altura: el evangelio de los “viles” envilece...
- ¿Se ha
entendido de verdad la famosa historia que está al comienzo de la Biblia, -
acerca de la angustia infernal de Dios frente a la ciencia?... No
se la ha entendido. Ese libro sacerdotal par excellence comienza,
como es obvio, con la gran dificultad interna del sacerdote: éste tiene un único
peligro grande, por consiguiente “Dios”, tiene un único
peligro grande.-
El viejo Dios,
todo él “espíritu”, todo él sumo sacerdote, todo él perfección, se
pasea por su jardín placenteramente: sólo que se aburre. Contra el
aburrimiento luchan en vano incluso los dioses. ¿Qué hace? Inventa al hombre,
- el hombre es algo entretenido... Pero he aquí que también el hombre se
aburre. El apiadamiento de Dios por la única molestia que en sí tienen todos
los paraísos no conoce límites: pronto creó también otros animales. Primer
fallo de Dios: el hombre no encontró entretenidos a los animales, - los
dominaba, no quería siquiera ser un “animal”. - Por consiguiente, Dios creó
a la mujer. Y de hecho, ahora el aburrimiento se terminó - ¡pero también se
terminaron otras cosas! La mujer fue el segundo fallo de Dios. -
“La mujer es, por su esencia, serpiente, Eva”- esto lo sabe todo sacerdote;
“de la mujer viene todo el infortunio al mundo” - esto lo sabe
asimismo todo sacerdote. “Por consiguiente también la ciencia
viene de ella”... Sólo a través de la mujer llegó el hombre a gustar del árbol
del conocimiento. - ¿Qué había ocurrido? Al viejo Dios lo invadió una
angustia infernal. El hombre mismo había sido su máximo fallo.
Dios se había creado un rival, la ciencia hace iguales a
Dios. - ¡se han terminado los sacerdotes y los dioses si el hombre se
vuelve científico! - Moraleja: la ciencia es lo prohibido en sí,
- ella es lo único prohibido. La ciencia es el primer pecado, el
germen de todo pecado, el pecado original. La moral no es más
que esto. - “No conocerás”: - el resto se sigue de ahí.
- La angustia infernal de Dios no le impidió ser listo. ¿Cómo defenderse
de la ciencia?, ése fue durante largo tiempo su principal problema. Respuesta:
¡fuera del Paraíso el hombre! La felicidad, la ociosidad inducen a tener
pensamientos, - todos los pensamientos son pensamientos malos... El hombre no debe
pensar. - Y el “sacerdote en sí” inventa la indigencia, la muerte, el
peligro mortal del embarazo, toda especie de miseria, vejez, fatiga, sobre todo
la enfermedad, - simples medios en la lucha con la ciencia! La
indigencia no le permite al hombre pensar... Y, ¡pese a todo!, ¡algo
espantoso! La obra del conocimiento se alza cual una torre, asaltando el cielo,
trayendo el crepúsculo de los dioses, - ¡qué hacer! - El viejo Dios inventa
la guerra, separa los pueblos, hace que los hombres se aniquilen
mutuamente (los sacerdotes han tenido siempre necesidad de la guerra...). La
guerra . ¡entre todas las cosa una gran perturbadora de la paz de la ciencia! -
¡Increíble! Pese a las guerras, el conocimiento, la emancipación con
respecto al sacerdote, aumenta. - Y al viejo Dios se le ocurre una última
decisión: “el hombre se ha vuelto científico - no queda otro remedio,
¡hay que ahogarlo!”...
El
cristianismo es también antitético de toda buena humana constitución espiritual,
- sólo puede utilizar como razón cristiana la razón enferma,
toma partido por todo lo idiota, lanza una maldición contar el “espíritu”,
contra la superbia del espíritu sano. Dado que la enfermedad
forma parte de la esencia del cristianismo, también el estado de ánimo típicamente
cristiano, la “fe”, tiene que ser una forma de enfermedad
todos los caminos derechos, honestos, científicos del conocimiento tienen
que ser rechazados por la Iglesia como caminos prohibidos.
Ya la duda es un pecado... La falta completa de limpieza psicológica en el
sacerdote - que se delata en su mirada - es un fenómeno consecutivo
de la décadense, - obsérvese en las mujeres histéricas y por
otro lado, en los niños de constitución raquítica la regularidad con que la
falsedad por instinto, el placer de mentir por mentir, la incapacidad de mirar y
caminar de frente son expresiones de décadence. “Fe”
significa no-querer-saber lo que es verdadero. El pietista, el
sacerdote de ambos sexos es falso porque está enfermo: su
instinto exige que en ningún punto la verdad obtenga su derecho.
“Lo que pone enfermo es bueno; lo que viene de la plenitud, de
la sobreabundancia, del poder, es malvado”: ése es el modo de
sentir del creyente. La no-libertad de mentira. - en eso adivino a
todo teólogo predestinado. - Otro rasgo distintivo del teólogo es su incapacidad
para la filología. Por filología debe entenderse aquí, en un sentido
muy general, el arte de leer bien, - el poder leer hechos sin falsearlos con
interpretaciones, sin perder, por afán de comprender, la precaución, la
paciencia, la sutileza. Filología como ephexis en la interpretación:
trátese de libros, de novedades periodísticas, de destinos o de hechos
meteorológicos, - para no hablar de la “salvación del alma”... El modo
como el teólogo, lo mismo en Berlín que en Roma, interpreta una “palabra de
la Escritura” o un acontecimiento, una victoria del ejercito de su patria, por
ejemplo, a la luz superior de los salmos de David, es siempre tan audaz,
que un filólogo, al ver eso se sube por las paredes. ¡Y qué hará cuando los
pietistas y otras vacas de Suabia atavían esa mísera cotidianeidad y esa
habitación llena de humo que es su existencia con el “dedo de Dios”, y la
trasforma en un milagro de “gracia”, de “providencia”, de “experiencia
de salvación”! Un dispendio, por modestísimo que fuera, de espíritu, para
no decir de decencia, tendría que hacer ver a esos interpretes,
sin embargo, la infantilidad e indignidad de tal abuso de la prestidigitación
divina. Si tuviéramos en el cuerpo cierta cantidad, aunque fuera muy pequeña
de piedad, un Dios que nos cura a tiempo del resfriado, o que nos hace subir al
coche en el preciso instante en que se desencadena el aguacero, debería ser
para nosotros un Dios tan absurdo, que, aunque existiese, habría que
eliminarlo. Un Dios como criado, como cartero, como calendario, - en el fondo,
una palabra para designar la especie más estúpida de todas las casualidades...
La “divina providencia”, tal como continúa creyendo hoy en ella
aproximadamente una tercera parte de la “Alemania culta”, sería una objeción
tan fuerte contra Dios, que no se la podría imaginar mayor. ¡Y en todo caso,
es una objeción contra los alemanes!...
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